La lactancia materna puede ser una experiencia maravillosa tanto para la madre como para el bebé. La leche materna contiene:
Anticuerpos que ofrecen protección contra enfermedades
Hormonas que fomentan el establecimiento de vínculos y regulan el apetito
Citoblastos que ayudan al desarrollo y reparación de los órganos
Glóbulos blancos que luchan contra las infecciones
Bacterias beneficiosas que protegen el sistema digestivo del bebé
Prebióticos, llamados obligosacáridos, que ayudan a mantener un intestino sano
Ácidos grasos de cadena larga que contribuyen al desarrollo del cerebro, el sistema nervioso y los ojos del bebé
Enzimas que ayudan a sus sistemas digestivo e inmunitario
Nucleótidos y hormonas que ayudan a desarrollar patrones de sueño-vigilia saludables
En caso de que ésta no sea posible, la elección habitual es alimentar al bebé con una fórmula láctea o leche infantil adaptada al grado de maduración de su sistema digestivo y con los nutrientes necesarios para garantizar un crecimiento y desarrollo óptimos.
Existen, sin embargo, que pueden desaconsejar tanto la leche de la madre como la utilización de fórmulas infantiles convencionales.